La huerta


Aunque comenzamos a cultivar muy tarde la huerta, esta ha sido nuestro gran tesoro del verano. Cuando la mayoría de los campos ya comenzaban a dar sus primeros frutos nosotros apenas arábamos el arcilloso terrenito que escogimos en la parte delantera de la casa, donde daba el sol a diario y la brisa era más suave. Pero a pesar de lo tardío de nuestra propuesta, de un campo salvaje lleno de topos, babosas (lumiacos como aquí las llaman) y un clima propenso a dejarnos un rastro de hongos entre las recién germinadas plantas, con lo que más nos tocó lidiar fue con la fauna autóctona de la zona: los vecinos. Tooodos los días alguno se asomaba por la huerta y véngate a decir que si -es mu tarde pa plantar!- , -ahí no lo pongas que ahí no te saldrá ná- o - Vas a tener que sulfatar ¿eh? ponle sulfato a los tomates porque si no no vas a probar ni uno!- Y nosotros empeñados en que no queremos echar venenos, ni químicos, ni nada de nada que sea dañino a los insectos y animales que se acerquen a la huerta porque, al fin y al cabo, el campo es de ellos también. Así que nada, a vigilar que ningún vecino se colase sin permiso con sus sulfatos y sus venenos a regarnos nuestra huerta (que mira que estaban empeñaos..) y a llevarnos los típicos disgustos de tener que parar a más de uno los pies... Y mirad, aquí tenéis el resultado, un final feliz en el que todos alucinan con nuestra sana huerta porque, además de preciosa, está riquísima!!!!
Por suete, nuestros vecinos son más que unos guerreros del hongo, y nunca nos ha faltado de nada de sus cosechas: las mejores judías verdes que he probado fueron un regalo de Lolo, y los huevos de Tere y Goriuco. Y ese calabacín de Nieves de casi 50 cms!!! Va por ellos: GRACIAS

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